El proceso para las elecciones presidenciales en Perú es un poema sobre el dramatismo con el cual las sociedades afrontan las amenazas que las aquejan. Ya son cuentos de bananas.
Y resulta que los presidentes de la república de los últimos 35 años, absolutamente todos[13], con la excepción del saliente, están en procesos judiciales por corrupción. Más dramático aún: el ex presidente Alan García, quien fue presidente en dos peródos, acusado de doble corrupción, terminó en lamentable suicidio justo en el momento de su detención en Lima, Perú.
Otro, el ex presidente Toledo actualmente goza de libertad bajo fianza en USA, mientras se desarrolla la solicitud de extradición de la justicia peruana. Por mientras, tras las elecciones en el país, la derrotada Keiko Fujimori (hija de Alberto Fujimori, ex presidente actualmente preso por varios cargos de corrupción y crímenes de lesa humanidad) también se ve enfrentada a las acusaciones judiciales por corrupción.
Este país, no es precisamente pobre, de acuerdo a las proyecciones del FMI[14], considerando su riqueza en recursos naturales, como pesca, agrícola y cobre. También Perú tiene un sector industrial importante y de competitividad internacional.
Un país con gran riqueza cultural y hasta gastronómica, reconocida como una futura potencia[15] en el turismo regional.
Pero con tantos atributos positivos, las elecciones han dado la presidencia de la nación a un presidente como Pedro Castillo[16], de inspiración maoista, comunista. Ya está provocando gran polémica por la conformación de su gabinete administrativo[17], afín a dicha ideología.
Antes de una semana, ya se ha concretado la primera marcha contra el gobierno de Castillo[18], que resultó ser multitudinaria, como expresión valiente contra el nuevo régimen que se está configurando en la operación de políticas estatales.
¿Hacia dónde va Perú?
Respuesta muy difícil, incluso para los mismos peruanos.