Tras revisar este World Economic Outlook[3] emitido por el FMI, podemos apreciar que todo esfuerzo para estabilizar las economías locales y mundial, están sujetos exclusivamente a la inyección de sustancias para detener el avance de una pandemia, que tras más de un año de ataque, es un laberinto sin salida. El mismo FMI confesaba en octubre de 2020 que esta situación es comparable a la Segunda Guerra Mundial[8], por el impacto económico que hasta ese momento había tenido y “significa una oportunidad de replantear el futuro para hacerlo más inclusivo y justo“.
Hoy, la situación es aún peor, debido al acelerado empobrecimiento de las sociedades, la incipiente escasez de bienes básicos, el pronóstico de una inflación preocupante y el endeudamiento de los países a largo plazo, que amenaza con dejar a muchos en una posición como la que, por ejemplo, debió asumir Grecia desde 2015, con la famosa “Deudacracia”.
Sin duda, parece que no habrá un retorno a la normalidad que conocíamos hasta el 2019. La población mundial, en su mayoría, sufre por la incapacidad de las autoridades locales y supranacionales por vencer a un virus difícil de identificar. En este extremo, la lucha sería entre la población que estará dispuesta a pelear por recuperar libertades y soberanías locales, contra los experimentos desmedidos de los organismos internacionales que están abusando de todos los recursos que disponen para imponer medidas arbitrarias, sujetas a ejercer la fuerza moral, inclusive, para inyectar a todas las personas del planeta, justificando la condición de liberar los recursos económicos y financieros, de acuerdo a una agenda que se alejó demasiado del camino principal de la misma ciencia de la economía. El tiempo dirá si la política global fue la solución o la condena para la especie humana. Por mientras, las libertades y derechos individuales siguen bajo arresto domiciliario en casi todo el mundo.