Considere que en nuestro mundo actual de exhibición en vitrina, donde el fascismo se disfraza de tolerancia, la única forma de disfrutar incluso una apariencia de libertad es optar por censurarse voluntariamente (le llaman “ser políticamente correcto”), cumplir con los estándares de la narrativa progresista, encogerse de hombros y marchar al lado de cualquier bandera de lucha de las minorías oprimidaas y abusadas desde antes de la creación del universo.
En caso contrario, el mismo medio lo condena al ostracismo y es marcado como una amenaza a la democracia y los derechos sociales. Las redes sociales lo califican (o descalifican) por defender ideas “peligrosas” o apoyar movimientos políticos impopulares. Ya el escándalo es tan grande, que hasta el mismo presidente Trump fue castigado con la censura de sus cuentas en twitter y facebook. Otros que corrieron mejor suerte, como el Dr. Martin Kulldorff[6] que dijo algunas verdades con base científica, acerca del tratamiento dado al tema de la tragedia innombrable y ha sido castigado varias veces en twitter.
Un ser humano común y silvestre, dentro de no mucho tiempo, se verá marginado del comercio, el empleo y la sociedad toda: Facebook (META) lo prohibirá, twitter lo cerrará, Las corporaciones privadas, potenciadas por agresivas políticas públicas de “minimización de derechos y libertades de los individuos”, emitirán ultimátums que obligarán a elegir entre las “supuestas libertades del sistema Great RESET[7]” y la supervivencia económica.
Ni se le ocurra cuestionar el cambio climático, por ejemplo. O, en un caso extremo, decir que a los extraterrestres no hay que llamarlos “aliens”, porque no les gusta esa denominación. Y lo dicen abiertamente, sin tapujos, ni ponerse colorados, en diversas declaraciones, el Foro de Davos y la misma ONU han manifestado su excesivo interés en mantener las narrativas acorde con la agenda 2030. Esta unión Transnacional corporativa planea prepararnos para un mundo en el que “nosotros, el pueblo”, somos autómatas irreflexivos, servilmente obedientes, esclavizados por un estado controlado por algoritmos informáticos, favoreciendo a los dueños de las mega corporaciones y, últimamente, filántropos abengados por la causa de la humanidad y el planeta.
La ciencia ficción se ha cobrado un espacio que no le corresponde. Pero sigue avanzando sigilosa y rápidamente, eliminando cualquier amenaza contra y en nombre de la democracia, aun falseando a la naturaleza, pero sin consultar al pueblo.