Durante 2021 los organismos internacionales evaluaron el escenario, para “ajustar” el reinicio financiero actualmente en marcha. Si entre 2008 y 2015 se evaporaron más de USD 21,000.- trillones desde el gobierno de USA, gracias a que se cambiaron las reglas del juego, hacia un marco más oscuro. El actual presidente Biden ya ha deslizado el riesgo de caer en default si no aumenta la deuda[5].
El fenómeno del incumplimiento financiero, se puede tomar como un método de privatización de los fondos de pensiones, si es que el gobierno se declara en bancarrota. Esto es equivalente a que terceros tomen el control de la soberanía de una nación, como ya hemos visto antes, por ejemplo en la Grecia de Alexis Tsipras, en 2015.
Durante los últimos 100 años, hemos tenido un balance de poder entre los países del G7; como así tambíen los bancos que manejan las políticas monetarias. A su vez, controlan los congresos, parlamentos, la supervisión de la política fiscal, haciendo que los bancos centrales se apoderen de la administración precisa de la política fiscal y la recaudación de impuestos.
Esta circunstancia se presenta como ideal para que dichos terceros metan las manos en los bolsillos de los ciudadanos, más allá de lo razonable y aceptable, mediante el uso y abuso del sistema de tributación digital. Esto es un círculo vicioso, donde los mismos contribuyentes financian a aquellos que abusan de sus bolsillos.
Recordemos que la economía significa “ordenar la casa”. Actualmente, tenemos esta casa dividida y que está en proceso de colapso, devorando a los gobiernos que tienen bancos centrales. Esencialmente, estamos siendo testigos de la cosolidación de un movimiento global que persigue la toma total de control centralizado de personas, mediante la imposición arbitraria de pasaportes sanitarios; tarjetas de identificación digital; moneda digital de banco central, entre otros instumentos de sumisión y manipulación informática.
La apuesta por la centralización totalitaria amenaza la capacidad individual y emprendedora que las personas disponen para generar ingresos particulares, con la expectativa “natural” de obtener un mejor estándar de vida. Sin embargo, los gobiernos han manifestado abiertamente la predilección autoritaria por establecer el denominado “Ingreso Básico Universal” (o cualquier conjunto de palabras que contenga el concepto universal). Es decir, los gobiernos tienen la instrucción de obligar a sus habitantes para recibir un ingreso mínimo, casi sin trabajar, pero que al mismo tiempo, deben cumplir con las exigencias estatales para recibirlo. Esta descripción coincide muy bien con el denominado Crédito Social. Luego, la distribución de “mesadas” que los gobiernos pretenden aplicar sobre los ciudadanos, arriesga transformarse en un instrumento de manipulación política, económica y cultural de las naciones.