Un primer criterio para abordar este diseño, puede ser mediante el uso de “la estrategia del océano azul”, la que estuvo muy de moda desde su presentacón, a medidados de los 2000 hasta poco antes de esta tragedia global.
W. Cham Kim y Renée Mauborgne, profesores de la escuela de negocios INSEAD, son los autores del libro Blue Ocean Strategy (Estrategia del Océano Azul)[2]. La estrategia indica que los límites del mercado y la estructura de la industria corresponden a océanos rojos, pero es posible tranformarlo. Por eso, es posible desarrollar una fórmula para que las empresas apliquen en productos o servicios similares a otros, ofreciendolos al mismo mercado, pero de modo diferente.
Sin entrar en grandes detalles, puesto que dejaremos material para una revisión voluntaria al respecto, diremos que consiste en definir, a priori, si vamos a participar de un mercado combativo y tormentoso (denominado: “Océano Rojo”); o, por el contrario, participaremos en un mercado pionero y tranquilo (llamado Océano Azul), donde solo basta avanzar metódicamente. Existe, también la posibilidad de participar en proyectos mixtos, donde hay mercados de uno y otro color.
Para el diseño estratégico entonces, vamos a considerar algo tan simple como esta reflexión: ¿Mi proyecto es para un mercado con alta competencia o se trata de una innovación pionera?
Si mi proyecto será puesto en marcha en un mercado de competencia agresiva, sin duda es estrategia de Océano Rojo, porque significa “navegar” por aguas que con tanto roce y enfrentamiento entre competidores, que muchos van cayendo al agua, tiñendo el agua en rojo.
En caso de que el proyecto, al contrario, enfrente una baja competencia, a pesar de la calidad de los competidores, están abordando un mercado que no está desarrollado para un gran número de oferentes, los cuales (incluso no es de extrañar) cooperan entre sí en algunas ocasiones. Me ha tocado verlo de cerca en el mercado del desarrollo de blockchain y criptomonedas.
La clave de este primer corte estratégico, consiste en tener claro el campo de batalla que encontraremos, una vez que el proyecto se encuentre en “alta mar”. ¿Vamos hacia setores de guerra total? ¿Vamos hacia una aventura pionera que abre rutas de comercio?
En lo posible, diría que trate de lograr un proyecto para océanos azules. Pero en caso de verse obligado a un esquema de Océano Rojo, no hay más remedio que asumirlo con total preparación, lo que singifica estar en condiciones de usar los recursos para una verdadera guerra.