El Código de Nuremberg se convirtió en un estímulo para los profesionales de la salud y la sociedad en general, inspirando la creación de otros documentos ético-médicos como la Declaración de Ginebra (1948)[4] y el Código Internacional de Etica Médica (1949)[5], ambos formulados y aceptados por la Asociación Médica Mundial y aún vigentes con algunas reformas. Aunque estos documentos no hacen alusión al estudio de humanos, enfatizan la importancia del comportamiento ético de los médicos ante sus pacientes y colegas.
La investigación en humanos, a través de diseños observacionales o experimentales, independientemente de la disciplina médica de que se trate, ha sido una práctica frecuente. Como no siempre existió una normativa internacional sobre las implicaciones éticas que este tipo de actividad científica conlleva, obligó a muchos países a que se formularan códigos de aplicación local, como respuesta a los abusos cometidos por parte de algunos médicos e instituciones.
Desde la promulgación del Código de Nuremberg, se puede afirmar que la normativa ética sobre la investigación en seres humanos ha evolucionado, propiciando que la comisión de excesos o de abusos por parte de los investigadores, disminuya. La Declaración de Helsinki II[6], adoptada en 1975, también por la Asociación Médica Mundial, está específicamente enfocada a la investigación terapéutica y es, actualmente, el documento más importante sobre el área.
Esta declaración de Helsinki marca no sólo una continuidad con el Código de Nuremberg, sino un claro progreso en sus planteamientos a la luz de nuevos problemas que conlleva la investigación en humanos.
El Código de Nuremberg es un documento histórico de primera importancia, que ha dado bases a los sucesivos documentos que salvaguardan la ética de la medicina de las amenazas que se pueden volcar contra la especie humana. Incluso, brindando inspiración profesional de epidemiólogos de todo el mundo, que han levantado y suscrito La Declaración de Great Barrington[7], a propósito del Sarscov-2.