El mundo post Hiroshima y Nagasaki
Vivimos una era de culto a la muerte que va consumiendo la vida humana en el planeta.
Actualmente, en pleno siglo XXI, siguen los conflictos regionales, principalmente en oriente medio y África, con mayor diversificación de armas. El modelo de negocios se ha perfeccionado. Ya lo advirtió el ex presidente de USA, Dwight Einsenhower, acerca de los peligros que constituye el complejo militar industrial, en su discurso de despedida en 1961.
La declaración del presidente de USA Harry Truman: “Hace dieciséis horas un avión norteamericano lanzó una bomba sobre Hiroshima, una importante base militar japonesa”. El júbilo del Departamento de Estado de USA, tras la conferencia de prensa, era que los resultados fueron mejores de lo que todos esperaban. Era el 6 de agosto de 1945.
Pero Hiroshima no era una base militar, sino una ciudad de más de 300 mil habitantes, y que la bomba no estaba destinada para destruir una base militar, sino el corazón de la ciudad. ¿Cómo fue el salto tan desgraciado?
Fue durante la conferencia de Potsdam, en julio de 1945, cuando el presidente estadounidense, Harry Truman, informó a Stalin que USA tenía en su poder una arma de “extraordinaria fuerza destructiva”, pero el líder soviético no mostró reacción especial. El primer ministro británico, Winston Churchill, que estuvo presente en la conversación, concluyó que Stalin no se dio cuenta de qué se trataba ese nuevo armamento. Pero, Stalin si estaba muy al tanto del proyecto Manhattan. Desde entonces, Stalin puso acelerador al proyecto nuclear de la URSS para desarrollar su propia “arma destructiva”.
Así era la mesa de apuestas del casino de Europa, con la guerra ya terminada ahí. Pero Japón no se rendía, siguió resistiendo en los meses siguientes y había que detener la guerra. Además, había que dar muestras de fuerza a Stalin y sus asociados. La guerra fría había comenzado.
Ya, en mayo de 1945; en una reunión en el laboratorio de Los Álamos (Nuevo México, USA) se rechazó la idea de atacar con bombas atómicas a objetivos militares, debido a la posibilidad de que se produjeran fallos de puntería y que no se consiguiera “el suficiente efecto psicológico” pretendido. Entonces fue cuando se decidió que utilizar el nuevo armamento para atacar ciudades. Luego de los fracasos de las negociaciones para la rendición de Japón, simplemente llegó el momento de cumplir con las amenazas,
El 6 de agosto de 1945; muy temprano sobre los cielos de Japón, apareció un B-29 (conocido como Enola Gay), con una carga muy liviana, llevando una tripulación de 12 hombres y el “Little Boy”, la bomba atómica lista para ser soltada. Poco después de las 8 am, a una altura de 580 metros sobre el centro de la ciudad y sobre el hospital Shima, estalló la primera bomba nuclear de la historia, con una fuerza de 12 mil 500 toneladas de trinitrotolueno. A las 8:17 am, una enorme bola de fuego envolvió al centro de la ciudad, la temperatura alcanzó 300 mil grados celsius en una millonésima fracción de segundo; las personas que estaban en el hospital se evaporaron y una onda expansiva de 6 mil grados de calor carbonizó los árboles a 120 kilómetros de distancia; de las 76 mil casas y edificios de Hiroshima, 73 mil desaparecieron. Mientras tanto, se había levantado un hongo atómico de 13 kilómetros de altura que expandía material radiactivo por toda la región. Así, 20 minutos después, comenzó una lluvia atómica contaminando de muerte a las personas que habían escapado del calor y las radiaciones. Más aún, a 560 kilómetros de distancia, uno de los artilleros del Enola Gay vio todavía al hongo atómico expandirse en el aire. Dos horas después, ya habían muerto más de 90 mil personas, con el 80% de la ciudad ya desaparecida.
Tres días después de Hiroshima, el 9 de agosto de 1945; un B-29; despegó con la bomba nuclear, conocida como “Fat Man”, con la intención de soltarla sobre la ciudad de Kokura. Pero, al llegar a Kokura, la ciudad estaba cubierta por nubes, lo que dificultaba la visión. Sin embargo, el cielo sobre Nagasaki estaba despejado y era magnífico para soltar la segunda bomba.
El 15 de agosto, el emperador japonés declaró a través la radio nacional la capitulación del país.
Se estima que el número total de víctimas fatales del bombardeo sobre Hiroshima, como resultado de la explosión y sus consecuencias, alcanzaron unas 200 mil personas; mientras en Nagasaki, alcanzarían a 140 mil. Sin considerar todos los efectos secundarios que sufrieron las nuevas generaciones, gracias a la radiación liberada circulante.
El mundo post Hiroshima y Nagasaki
Bombas atómicas soltadas para defender a la democracia. La misma democracia que 8 décadas después se cae a pedazos. Bretton Woods fue el movimiento diplomático para el Great Reset financiero de su época. Pero, las bombas atómicas fueron el Great Reset geopolítico, para dividir el planeta en dos bandos durante casi 50 años. Claro, la “Guerra Fría”.
Pero esta guerra no fue eterna y simbólicamente terminó en octubre de 1989. Simplemente, el Muro de Berlin cayó.
La narrativa encontró su título perfecto, al denominarlo: “El Fin de la historia”, a partir de un artículo de Francis Fukuyama, un intelectual de USA, miembro del CFR. Así, la década de los 1990´s se volvieron “Esos locos años 90´s”.
Y mientras occidente aparentaba un “reencuentro” con los países de la ex órbita soviética y la integración de economías emergentes, como la China Popular, se estaban sentando las bases para configurar el socialismo del siglo XXI.
Los oligarcas corporativos globales, de modo muy inteligente, planificaron el “naciente nuevo mundo” para imponer sus objetivos, en una agenda de muy lago plazo. Los hechos así lo demuestran.
De la globalización dorada de los años´90s, pasamos a un globalismo (gobierno global centralizado), gracias a un conjunto de acuerdos internacionales, que los países, las corporaciones y asociaciones industriales, financieras y comerciales han ido suscribiendo en los últimos 30 años. Acuerdos con organismos como la ONU, el FMI, el Banco Mundial, la Cámara de Comercio Internacional, el Foro Económico Mundial y otros múltiples organismos supranacionales, que han ido dando forma y sentido a un mega direccionamiento de políticas púbicas y privadas, para alcanzar los objetivo de ciertas agendas impuestas para fines globales, por sobre la soberanía de los pueblos. Está de más dar ejemplos recientes.
Durante décadas, esta circunstancia se ha dado a conocer en diferentes medios, presenciales y digitales, para que la población tome consciencia acerca del devenir de los acontecimientos en el tiempo. Lo que sucede actualmente, no es aleatorio.
Y podemos comprobar con profunda decepción que de poco sirvieron los cientos de miles de víctimas de Hiroshima y Nagasaki, dado que las pugnas internacionales por el poder global han continuado, ahora en mayores versiones y campos de batalla.
La intervención militar en Ucrania, la invasión de la franja de Gaza, entre otros conflictos en curso, demuestran “per se” la liviandad con la cual se está jugando la vida de millones de personas, no solo en las áreas en disputa, sin que toda la población mundial está en la mesa de casino global.
Julian Assange, por ejemplo, lo viene advirtiendo por dos décadas. Assange se tuvo que declarar culpable, ante los tribunales de USA, solo por decir la verdad.
“There is no society anymore. What there is, is a transnational security elite that is busy carving up the world using your tax money.” – Julian Assange (2011) pic.twitter.com/2z0qeRNLbp
— WikiLeaks (@wikileaks) August 7, 2024
Reflexiones Finales
Después de las dos explosiones nucleares en Hirioshima y Nagasaki, el mes de agosto de 1945, la investigación sobre los efectos de la radiactividad en los seres humanos se convirtió en un secreto político impenetrable..
Un cronista de la época, Elias Canetti, escribió que «Hiroshima es la catástrofe más concentrada y destructora que jamás se haya abatido sobre seres humanos, minuciosamente calculada y provocada por los mismos seres humanos». No hubo seguridad de haber escapado al peligro y a la muerte; porque los efectos «secundarios» de la explosión nuclear son más terribles que cualquier otro síntoma, anulando todos los pronósticos «normales» de la medicina. Peor aún, nadie sabe qué tienen los heridos. El doctor Sasaki, director del hospital de la Cruz Roja de Hiroshima, se dio muy pronto cuenta de que avanzaba a ciegas en medio de la oscuridad médica más absoluta, como lo describió el australiano Wilfred Burchett.
El doctor Sasaki se estremeció al constatar todas las quemaduras que había revisado, heridas nunca antes vistas: amarillas, luego rojas e hinchadas, con la piel acostrada, y al final, cuando llega la noche, supurantes y hediondas. Una y otra vez el doctor Sasaki se decía a sí mismo: «son seres humanos, son seres humanos».
Actualmente, en pleno siglo XXI, siguen los conflictos regionales, principalmente en oriente medio y África, con mayor diversificación de armas. El modelo de negocios se ha perfeccionado. Ya lo advirtió el ex presidente de USA, Dwight Einsenhower, acerca de los peligros que constituye el complejo militar industrial, en su discurso de despedida en 1961.
Han transcurrido más de 60 años desde el aviso del ex presidente Einsenhower y sus palabras siguen muy vigentes.
Vivimos una era de culto a la muerte, con los conflictos bélicos en desarrollo, junto con pandemias y otros males que van consumiendo la vida humana en el planeta.
Tal vez, la ceremonia de apertura de los JJ.OO. de París 2024 nos alertó acerca de la apertura del cuarto sello del apocalípsis. Si es así, los cientos de miles de sacrificados en Hiroshima y Nagasaki hayan sido en vano.