Tras los 4 últimos años, viviendo un infierno en expansión, hasta por las razones más inverosímiles que podíamos imaginar antes, es muy complicado intentar comprender el camino que nos trajo hasta aquí.
Tanta fatalidad secuencial, sistemática, sincronizada, acaso como si fuera un ballet compuesto por el mismo satán, que ha hecho bailar miseria y destrucción en todo el globo, indudablemente se hace necesario actuar rápido y evitar que la absurda situación crítica actual siga profundizando las grietas de estabilidad social y finalmente, con mucho dolor, las bases que sostienen a las sociedades se derrumben y lleve a una depresión tan severa que superará en magnitud, amplitud y extensión de tiempo a la famosa “Gran Depresión de 1929”. Ya en octubre de 2020, el mismo FMI Reconocía que la crisis económica era la peor desde la Segunda Guerra Mundial.
Hay que cambiar todos los sistemas, ya no cabe duda. Les resulta perjudicial de seguir operando, porque ya tienen fracturas irreparables que son incapaces de crear riqueza o transmitirla eficientemente.
Por cualquier causa global, sería una brutalidad repetir los errores de los últimos años o crear nuevos errores para seguir demoliendo la ya menoscabada moral de la humanidad, como así también que las sociedades sean incapaces de cubrir sus necesidades básicas. Basta con recordar lo acontecido en Sri Lanka en 2022 para intuir la magnitud de lo que se está jugando: Un juego muy peligroso de poder. Imponer un sistema financiero diseñado para combatir casi exclusivamente un cambio climático en curso, sin ocuparse de la generación de valor, de riqueza por parte de las sociedades, significa hipotecar el futuro de varias generaciones futuras, con deudas de muy largo plazo, jodiendo a millones de personas que aún no nacieron. Es aquí cuando ya los mismos denominados economistas y tecnócratas de los modelos matemáticos ya completaron su total y absoluto fracaso profesional, condenando al infierno a la humanidad.
Por su parte, si la fórmula escogida para levantar un nuevo modelo de financiero internacional es basa en los SDR para el cambio climático, eso ya suena y huele muy mal. Porque no estaría respondiendo a las necesidades de las naciones hoy. La personas, los ciudadanos, requieren con urgencia de mantener ingresos, generando valor sea con sus actividades comerciales o empleados en un lugar. Pero las políticas e instituciones que operan con otros objetivos diferentes a las necesidades de las personas, serán responsables del miserable infierno que la humanidad padecerá durante muchos años, muchas generaciones por un cambio climático en curso y que no se aprecie su real incidencia natural.
Los Derechos Especiales de Giro (SDR) si podrían ejecutar la función del financiamiento de proyectos y medidas contra el cambio climático o cualquier otra causa noble. Su utilización como instrumento financiero podría movilizar recursos a gran escala y fomentar una respuesta global más efectiva frente a causas honestas, no cabe duda. Sin embargo, es necesario abordar responsablemente las limitaciones y riesgos altos de corrupción, derivado con su uso y garantizar una asignación honesta frente a la comunidad internacional de forma transparente y efectiva. He ahí un gran nudo que los burócratas y tecnócratas de corporaciones, bancos y organismos supranacionales tendrán que explicar con absoluta honestidad, globalmente hablando.
Son los ciudadanos quienes deberán levantar sus voces y hacer respetar sus derechos, por sobre una clase política local, absolutamente rendida ante las exigencias globales que determinan los destinos de los ciudadanos locales.
Guerras infinitas, endeudamientos, desindustrialización de las naciones, desempleo, inflación, decrecimiento, miseria. El panorama ya comenzó a tomar ribetes de catástrofe global y no precisamente por el cambio de clima o por el C19. La mano del hombre asoma por todas partes como el gran causante artificial de estas desdichas.