Las nuevas y viejas estructuras se derrumban
La ineptitud globalista no es coincidencia. La miseria de las naciones, tampoco. Las estructuras colapsan.
Pronto, la mayoría de los estados miembros de la World Health Org. aprobarán el Tratado CA+ y también el Nuevo Reglamento Sanitario Internacional (temas que llevamos años advirtiendo desde estas páginas), dejando a los ciudadanos a merced de los caprichos de esos tiburones desalmados, arrebatando la soberanía de las personas, peor de lo que ya practicaron entre 2020 y 2022. Y con ellos, otra agenda profunda que sigue socavando aún más la ya miserable condición de los ciudadanos. ¿Se puede caer más bajo?
El siglo del colapso
Los hechos acontecidos desde 2020 a la fecha, demuestran una secuencia metódica y estructurada que obedecen a una planificación estratégica perfectamente urdida, sonando cual orquesta interpretando una sinfonía global del terror.
Y esto no es exageración. No se trata de información teórica, sino que práctica y verificable, porque las fuentes de información son las “oficiales” reconocidas por los ministerios de la verdad de los estados nacionales y organismos supranacionales. Son hechos conocidos y padecidos por todos, en mayor o menor medida, está sucediendo.
La destrucción de todo orden cultural en curso, se desarrolla merced a diversas “prácticas” que han ido minando la base paradigmática occidental clásica, dando paso a una amalgama distópica de una nueva sociedad empobrecida material y espiritualmente, cuyo mensaje de maquillaje tiene a la inclusión como su leit motiv, pero que consiste en nivelar toda sociedad hacia abajo, forzando, incluso bajo coerción.
¿Cuál es la razón para imponer una política global de destrucción integral de las sociedades?
Lo dicen con la política global del cambio climático, que se ha transformado en el nuevo paradigma invocado, según los dueños de las corporaciones, los filántropos y los políticos que conforman la camarilla transnacional, sin importar si se trata de “líderes” locales o de organismos internacionales, a estas alturas, de cualquier índole da lo mismo.
Claro y fuerte
Por años hemos venido analizando los eventos, los datos, los movimientos, incluso, sin la necesidad de destacar todos los eventos que se van desplegando, como la operación militar de Tel Aviv en la Franja de Gaza, cuyo inicio fue bastante polémico, por decir algo con criterio.
Sumando los eventos geopolíticos, económicos, financieros y un largo etcétera, hay resultados claros que están siendo exhibidos. La precarización de la calidad de vida se está notando mucho, incluso en países antes denominados como “desarrollados”. El desempleo ya es algo de carácter estructural que afecta a la población global. Las migraciones “forzadas” están ahogando a los habitantes locales. Las tasas de natalidad están bajando de modo preocupante en los países occidentales, respecto del generoso crecimiento poblacional en África y Asia.
Solo como ejemplo, los bienes raíces comienzan a sufrir por la reducción de la actividad y la amenaza del desplome de precios en el futuro. Es decir, ni aquellos bienes que considerábamos más confiables responden a las expectativas ni, menos, a leyes de un libre mercado.
La manipulación de los mercados, gracias a eventos fortuitos, como operaciones militares, los distorsionan y tienen efectos adversos sobre los ciudadanos, quienes deben intentar adaptarse a la reducción del consumo de bienes y servicios que, en mercados guiados por la “mano invisible”, deberían ser totalmente abordable, dado que la población aporta con su mano de obra a la ecuación.
Pero, como ya sabemos, la ciencia económica comenzó a quedar en corto circuito desde la crisis de 2008 (que nunca fue superada) y y que solo vio cómo los paquetes de rescate financiero fueron absorbidos por los grandes banqueros, como una esponja absorbe el agua.
La inflación, provocada por la sobreimpresión de billetes por los bancos centrales, ha sumido a los ciudadanos en la desvalorización de las monedas locales, haciendo que aquellos sean más pobres que sus antepasados.
Los ciudadanos ven cómo sus expectativas de vida a largo plazo ya se desvanecen a gran velocidad y magnitud. Lo paradójico es que, además, están financiando este desvanecimiento gracias a los impuestos, la misma inflación y los intereses sobre las deudas soberanas que están adquiriendo los gobiernos para “sostener” abultadas “agendas sociales” que responden a los convenios que ha ido suscribiendo de modo arbitrarios con agencias de naciones unidas y otras organizaciones de protección de los derechos sociales, con el mismo pretexto: medio ambiente, género e inclusión. ¿Cuánto es suficiente?
El espejo de Ceilán
Ceilán es el antiguo nombre que recibió Sri Lanka, nación ubicada en el sur de Asia.
Dicho país era un referido constante del Foro Económico Mundial (WEF), como país modelo de las políticas integrales que deben imitar el resto de los países del mundo. Pero, simplemente, Sri Lanka se derrumbó en 2022. Los ciudadanos, impulsados ya por el instinto de supervivencia, se tomaron las dependencias del gobierno y expulsaron a la clase política que los había sumido en la miseria total.
El escándalo fue tan grande, que el mismo Foro Económico Mundial llegó a borrar artículos donde elogiaba las políticas impuestas en ese país.
Este es un caso práctico acerca de aquello que los organismos supranacionales están recomendando a los aparatos estatales. Este detalle no es menor, desde el momento cuando el mismo Director del Foro Económico Mundial reconoce que infiltran a los gobiernos para imponer las medidas políticas, además de repartir a los “Young Global Leaders” (también dependiente del WEF) para ocupar cargos en ministerios y de elección popular.
Entonces, ¿de qué se trata todo esto?
¿Por qué, de pronto, se activa a la clase política más inepta de la historia moderna para aplicar una agenda con tan buenas intenciones, como aquella de los objetivos de desarrollo sostenible?
Guerras y más guerras
En la historia moderna, consisten en “Operaciones Militares” por alguna causa justa. “Tormenta del Desierto”, “Desnazificación” y otro largo etcétera, para referir el uso de la fuerza bruta de uno o varios países con gran fuerza militar por sobre otro de capacidad inferior (o muy inferior). También son grupos “extremistas-terroristas” que en el nombre de otra causa justa arremete contra naciones o pueblos particulares, con atentados e invasiones parciales. Las formas de destruir o colapsar naciones son militarmente variadas.
También, estamos presenciando ante nuestros dormilones ojos (que todo lo ven, pero que nada quieren entender) las modalidades de ataque por parte de “narco milicias” que tienen un “tremendo poder bélico” y son capaces de arrodillar a naciones grandes como México o Colombia y, últimamente, Ecuador. Los estados modernos, a pesar de gigantes gastos en armamento de defensa nacional, caen “desangrados” por la ferocidad de un puñado de narcos que manejan armamento de guerra y le ganan a estados nacionales que poseen tanques, buques, submarinos, caza bombarderos y visión satelital, entre otros “juguetes de guerra” que la ciudadanía paga con los impuestos, pero que, a cambio, solo recibe balas de narcos en sus casas y deben conformarse con la lucha en tribunales de los gobiernos contra “los que resulten responsables”.
A veces, da la impresión de que la dialéctica hegeliana tiene el objetivo de hacer miserable la existencia de los ciudadanos que trabajan y confían en aquellos que toman las decisiones políticas de sus países, sin cuestionar una coma de las medidas que se toman para encerrar cada vez más a estos ciudadanos y abrir las grandes alamedas a quienes solo buscan la destrucción total del orden natural de las cosas.
Recordemos que, desde el evento entre 2020 y 2022 se comenzó “The Great Narrative” para justificar las aberraciones más infames que las sociedades pueden recordar o seguir descubriendo cada día.
El concepto de tíos de izquierdas y tíos de derechas ya está celebrando los funerales de rigor. Ahora, se trata de Globalismo por un lado y nacionalismo por otro.
Los medios de comunicación, no por casualidad, demonizan cada expresión que defienda cualquier causa localista, incluso acusando discursos de odio, cuando se trata de ciudadanos que solo reclaman por sus derechos esenciales en su tierra, no aceptando que les pasen por encima con tantos acuerdos internacionales que solo sirven para derrumbar cada logro, derecho, memoria o cultura que identifica a los pueblos.
Y esta es la guerra silenciosa que los ciudadanos más despiertos están librando en solitario, pero con la consciencia clara de lo que están haciendo de uno y otro lado.
Defender la casa propia es una práctica instintiva y natural del hombre, frente a las amenazan que se ciernen sobre el propio metro cuadrado.
La guerra contra la miseria, precisamente comienza en la casa, en el barrio, en la ciudad, en los campos, en las playas, en los mares, ríos y lagos,en las montañas y en todas las riquezas naturales que una nación contiene. Defender la tierra propia de las amenazas internas y externas, es un deber de los ciudadanos, incluso cuando los tomadores de decisiones de la misma nación resultan tan corruptos, tan cobardes, tan ineptos y tan vendidos a intereses de filántropos y corporaciones malignas, escondidos tras agendas de objetivos “nobles”.
La Miseria de las Naciones
Nadie les preguntó a esos filántropos ni a esa clase de políticos degenerados sobre dichas agendas.
Estas agendas son tan perversas y depravadas, que solo mediante la transvaloración de todos los valores, la destrucción total de las sociedades y de sus estructuras milenarias, pueden imponer los cambios que esta agenda propone. No hay otra manera lícita de imponer estos cambios, que no sea con la clásica fórmula de la “Doctrina del Shock”.
La ineptitud globalista no es coincidencia. La miseria de las naciones, tampoco.
Dentro de menos de 6 meses (mayo de 2024) la mayoría de los estados miembros de la World Health Org. aprobarán el Tratado CA+ y también el Nuevo Reglamento Sanitario Internacional (temas que llevamos años advirtiendo desde estas páginas), dejando a los ciudadanos a merced de los caprichos de esos tiburones desalmados, arrebatando la soberanía de las personas, peor de lo que ya practicaron entre 2020 y 2022.
Y con ellos, otra agenda profunda que sigue socavando aún más la ya miserable condición de los ciudadanos.
¿Se puede caer más bajo?
Estimado lector, con mucho dolor, debemos admitir que será así. Solo queda esperar lo mejor y prepararse para lo peor..